Este artículo persigue analizar cómo evolucionó la autoridad de los obispos, fortalecida tras el Concilio de Trento, en el caso concreto de Mallorca. En esta diócesis, los obispos tuvieron serios problemas para reafirmar su autoridad e implantar los cambios que el Concilio había diseñado. Pero durante el siglo XVIII, Carlos III planificó reformas que también afectaron a la Iglesia española. Los obispos de Mallorca, incapaces de dirigir la diócesis con independencia durante demasiados años, recibieron todo el apoyo de la corona y reforzaron su poder y autoridad, muchas veces con un coste muy alto para la estabilidad social de la isla.