[spa] El heraldo es una de las figuras sobre las que se basaba la diplomacia en la Grecia antigua. Como las ciudades-estado estaban más preocupadas por su política doméstica, la interlocución en política exterior solía depender por completo de esos tres cargos otorgados ocasionalmente:
El embajador. El encargado de visitar la polis concreta y dialogar con los órganos de gobierno correspondientes con la intención de persuadirlos de tomar una decisión que beneficiara al estado que los enviaba. El proxenos, quien protegía a cualquier visitante de una ciudad extranjera con la que había realizado un pacto de amistad a cambio de prestigio y ciertos beneficios políticos. En ocasiones también intervenía a favor de los intereses políticos de su ciudad amiga, que le ponía ocasionalmente en delicadas situaciones en la que sus lealtades eran cuestionadas. El heraldo, quien realizaba una comunicación básica entre los dos bandos tan solo durante la guerra por la protección excepcional y cuya posición no se explica por ninguna ley política sino por creencias ético-religiosas compartidas por todos los griegos. Podrían ser vistos como simples mensajeros, pero tras el heraldo hay todo un mundo simbólico de gran profundidad que permitía al heraldo entregar sus mensajes, cortos como eran, en situaciones de gran tensión en la que otros cargos no podían acceder sin ser tomados como rehenes o, en algunos casos, ser víctimas de agresiones. Mediante un significado insospechadamente complejo vinculado estrechamente a los dioses el heraldo se diferencia entre otras cosas por no ser un cargo nacido no tanto de una necesidad política, sino más bien de una necesidad humana universal de limitar el daño que podía hacer la guerra y por tanto su autoridad, pese a ser muy limitada, era respetada escrupulosamente. Es cierto que existen casos en los que se les ignoraba o se cometía un sacrilegio mayor mediante una agresión, pero son excepciones a la regla que solían acarrear condena universal por parte la comunidad de polis griegas en el mejor de los casos. En el peor, atacar a un heraldo significaba despertar la ira de los dioses, básicamente condenando a la ruina la ciudad responsable. La tarea de un heraldo era indudablemente simple y sin embargo, era tan vital que una guerra sin ellos era considerada inhumana. Además, junta una serie de características que hacen que no sea definible bajo los criterios que se adaptan al embajador y al proxenos. Sigue siendo un diplomático, pero es algo más que tan solo un mensajero.